sábado, 7 de noviembre de 2009

Noticia: "Diario La Nación". Informalidad en la Empresa

Mi pregunta es: ¿todos podemos adaptarnos a este tipo de comportamiento organizacional?

"El primer día de trabajo se sorprendió de que no lo llamaran ingeniero, pero el mayor asombro lo tuvo cuando su secretaria se dirigió a él con un informal tuteo. Venía de una empresa en la que la rigidez era la norma. Pronto se adaptó a no llevar traje y a ser el más viejo, con sus 50 y tantos años, entre una plantilla que no supera, en promedio, los treinta. Y asegura que le gusta cómo suena Armando a secas, sin el ingeniero".
Esta es la historia de Armando Silberman, presidente de Iplan Networks, empresa de redes y telecomunicaciones, que de un día para el otro tuvo que adaptarse a lo que muchos llaman una cultura corporativa informal. Aunque existen dificultades para definirlas, es fácil reconocerlas: informalidad en el trato entre jefes y empleados, estricto acatamiento al nombre de pila, flexibilidad de horarios, vestimenta casual y un clima de trabajo distendido.
Cristina Bomchil, directora de la consultora Valuar Highland Group, agrega otros rasgos que ayudan a delimitar este tipo de organizaciones: "Se trata de empresas donde se trabaja por proyectos, se evalúa en función de los resultados y se promueve la autonomía y la autogestión", define.
Por otro lado, Jorge Luis Sardi, director de Sardi Consultora, sostiene que "las culturas informales depositan en los empleados el empowerment, el poder de decisión. Y así rompen con la verticalidad de antaño y apuestan a la transversalidad".
El placer de lo cotidiano
Aunque a simple vista parece el paraíso laboral, aun en estas organizaciones pueden surgir problemas, sobre todo si no existen límites claros y la informalidad se traslada a las tareas.
"Somos informales en el trato, pero no en los procesos", aclara Jorge Natalucci, director de Recursos Humanos de Impsat, para evitar malentendidos. La empresa de tecnología de redes y telefonía cultiva la cultura de puertas abiertas (figurativa y concretamente, ya que no hay paredes), el ritual del mate, la música en el escritorio, la camisa sport y, para aquellos a los que les cuesta madrugar, el horario flexible.
"Como estamos un poco alejados del Centro, implementamos un servicio de combi que trae y lleva a los empleados desde distintos puntos de la ciudad en diferentes horarios. Las últimas salen a las 10 de la mañana y se van a las 8 de la noche", cuenta Natalucci.
Es que en este tipo de empresas se trabaja por proyectos, y el horario es algo que, por definición, debe adaptarse al tipo de tarea. "Lo que importa es que el trabajo se haga. Hay personas que llegan más tarde y se quedan, también, hasta más tarde. Es algo que cada uno maneja con su jefe."
En Iplan Networks, otra empresa del rubro de las telecomunicaciones, tampoco hay control de acceso. "Apelamos a la responsabilidad de cada uno, existe una autoadministración del tiempo", explica Silvina Sánchez, gerente de Recursos Humanos de la compañía. Aquí tampoco hay compartimientos cerrados, el mate circula de mano en mano y hay espacios, como la terraza descubierta, que hacen de centro de reunión o de solárium, para los que se entregan al calor del sol. "No hay un formalismo innecesario, sino un trato cotidiano. Al presidente se lo ve todos los días, está en mangas de camisa y habla con todo el mundo", comenta Sánchez.
Para el verano, Iplan planea flexibilizar aún más los horarios: "Vamos a permitir que la gente se vaya todos los viernes a las 4 de la tarde y los que deban quedarse porque por su tarea y no puedan salir antes, se los compensará con un viernes libre".
De esta manera, evitan la trampa en la que muchas veces caen estas compañías. "El problema de implementar este tipo de culturas es que la flexibilidad no puede adaptarse a todas las posiciones, como por ejemplo a la línea productiva o al sector de atención al cliente --advierte Bomchil--. Y esto podría traer descontento entre los que se sienten perjudicados."
Otro de los peligros, según precisa Sardi, es la falta de coherencia, "es decir, que se postule una cultura informal y haya actitudes que sean propias de una estructura rígida, como la falta de premiación".
Límites
El límite es una palabra que provoca cierto escozor, pero que es necesaria, aun para las culturas flexibles. "La informalidad no implica falta de normas", postula Hernán Cantor, responsable de capacitación y desarrollo de Impsat. Por eso, la falta de control no debe derivar en descontrol. Pero, ¿cuál es el límite? Según Cantor, es el respeto. Hay algo implícito, no dicho, que se construye cada día, entre empresa y empleado. Es casi como un acto reflejo. "Si la compañía da tanto, el empleado devuelve, surge naturalmente."
Como en los últimos años del colegio, la autodisciplina parece ser la receta para evitar los excesos. Pero para lograrla es necesario haber alcanzado cierto grado de maduración porque implica mayor compromiso y responsabilidad. Y eso es algo que sólo viene con el tiempo.
Laura Reina

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